Es innegable que la fisonomía del rugby ha ido cambiando cómo funcionamiento y algunos aspectos, que le otorgaban al juego un carácter bien particular, van siendo postergados a un segundo plano.
No podemos comulgar con ruedas de carreta, el mundo desde que es mundo ha ido cambiando. Sin embargo es necesario ejercer cierta vigilancia frente a lo que se nos presenta como una ineluctable evolución. No todo modernismo es bueno y hay que tratar de cuidar aquello que funda un juego que se quiere con valores trascendentes y principios filosóficos. Facundo Cabral en ese sentido nos podría iluminar (1).
Un marketing que se torna pernicioso
Asistir a un partido de rugby en el estadio de Francia con El Stade français, club emblemático de París, cómo protagonista es algo especial. Música y animación antes de comenzar el encuentro, fuegos artificiales, un verdadero espectáculo. Es cierto que desde que Max Guazzini asumió la presidencia del club en el año 1993 las cosas cambiaron. Director de una radio (NRJ), ex “attaché” de prensa de la célebre cantante Dalida, inventor del famoso calendario los “Dioses del estadio” de dudosa estética (no por los desnudos, si no por lo “cursi”), M. Guazzini se ha transformado en la referencia absoluta de lo que es el marketing deportivo en Francia. “No podemos ya limitar el rugby a la simple imagen folclórica del rugby-plato de porotos (cassoulet)… ¡No haremos soñar a los jóvenes de hoy con un plato de porotos!”, afirmaba en las columnas de Midi olympique, la biblia de la ovalada, en enero del 2004. El “cassoulet” es el equivalente en Francia de nuestros porotos con rienda y es típico del Sur de Francia, región en la que el rugby es particularmente muy fuerte.
Despedido a principios de la temporada 2009-2010, el entrenador australiano del Stade français Ewen McKenzie dice lo que muchos piensan pero que no se atreven a expresar, el temor de poner en tela de juicio a un ícono existe y París ha sido campeón cinco veces en menos de diez años: “A él sólo le interesan dos cosas: su calendario y el Estadio de Francia. Tiene una visión marketing que no siempre está al servicio de lo deportivo. De tal forma, Max puede preferir un jugador a otro porque tiene mejor pinta para el calendario. (…) otros han tenido que irse del club al negarse a seguir posando (2)”.
Si las relaciones con McKenzie se degradaron completamente, el presidente del Stade français puede dar las gracias a otro Australiano: el señor Ruppert Murdoch. Al comprar en 1995 la exclusividad de los derechos televisivos de las competencias disputadas en las tres mejores naciones del hemisferio Sur, (África del Sur, Australia, Nueva-Zelanda), en la enorme suma de 550 millones de euros, el emperador de la prensa abría la puerta al rey-dinero y ponía término a la época del “amateurismo”. Una nueva era comienza y desde entonces nunca ha habido tanto dinero en el mundo del rugby.
El 26 de agosto del mismo año, los miembros de la IRB se resignan a aceptar el profesionalismo antes marginado. No les quedó otro camino. Con el apoyo de jugadores entusiasmados con las expectativas que se abrían a partir de las nuevas condiciones económicas, Murdoch amenazaba con crear una liga privada. Ante la disyuntiva de perder completamente su influencia, afirmando los principios fundadores del juego, la IRB prefirió seguir la vía del “pragmatismo” característico de los Anglo-sajones. Éstos últimos controlan el órgano rector del juego desde sus orígenes, el primer acto fundador data del año 1823.
Primas ocultas y otras opacidades
Por esos años los defensores de los principios de la ovalada pasaban por partidarios de un cierto elitismo aristocrático, lo que fue durante mucho tiempo signo distintivo del rugby como deporte. Podemos citar la definición del Amateur Athletic Cub, equipo típicamente británico: “Es amateur todo “gentleman” que nunca ha participado en un concurso público abierto a cualquiera, o por el dinero proveniente al ser admitido en la cancha o por otra razón, o que nunca ha sido, durante algún período de su vida, profesor o monitor de ejercicios para poder subsistir, que no es ni obrero, artesano o jornalero (3)”.
A partir del año 1890, el “cualquiera”, especialmente el obrero, reivindica el derecho a recibir una indemnización por el tiempo ocupado en entrenarse y jugar. El rechazo tajante de los que controlaban el “noble game” origina la creación de una rama rebelde del rugby, el juego a XIII. El 29 de agosto de 1895, veintidós clubes fundan la Northern Rugby Football Union, con la premisa de un reconocimiento de la indemnización en dinero por el tiempo consagrado a la práctica del rugby, es la primera fisura del edificio del rugby amateur, un siglo antes de que la IRB reconozca la práctica profesional en el rugby. Y desde esa época los dirigentes de la ovalada no han dejado de advertir, con sucesivos tirones de oreja, a los clubes y jugadores que tuvieron la tentación del amateurismo disfrazado, una especie de profesionalismo clandestino. Sin embargo, según los periodistas deportivos Jean-Pierre Dorian y Thierry Magnol, “el rugby ha tenido, desde hace mucho, de amateur el puro nombre. Desde los años 1920 estaba ya pervertido por el dinero (4)”.
Primas ocultas por partido, transferencias opacas de jugadores… Francia, que instituye un campeonato de clubes en 1892, es mostrada con el dedo por los órganos internacionales. A tal punto que es marginada del Torneo de Cinco Naciones en 1931. Integrada de nuevo al Torneo, la Federación francesa es de nuevo criticada por los Británicos: en 1952 la IRB exige que sea suprimido un campeonato que ella juzga corrompido por un profesionalismo disimulado. Los Franceses en apariencia dan garantías de lo contrario. Buenos alumnos casi irreprochables del amateurismo, los Ingleses crean su propio campeonato sólo en 1987. Con respecto al mítico Torneo de Cinco Naciones, “habrá que esperar hasta el año 1993 para que el vencedor (…) sea designado cómo tal y que reciba un trofeo (obviamente esponsorizado) (5)”.
Quince años después, el rugby ha hecho más que “ponerse al día” con respecto a los otros deportes mayores. “Después del paso al profesionalismo, el dinero es central en el rugby. Llenar los estadios, vender camisetas, conquistar sponsors y ceder a la puja en subasta para contratar estrellas, tal es lo cotidiano (6)”.
En diez años, el presupuesto promedio de un club del Top 14 Orange, 1era división del rugby francés, ha pasado de 1,14 millón a 15 millones de euros. Los sueldos de los jugadores se han multiplicado por dos desde 2003. A fines de 2009, un rugbista tiene un sueldo promedio de 120.500 euros líquidos por año. El atractivo económico del campeonato más rico del mundo, junto al inglés, se traduce por una afluencia considerable de extranjeros, 40% del total de jugadores, ocho veces más con respecto a 10 años atrás. Con una remuneración promedio de 320.348 euros líquidos por año (+80,4% en cinco años), las estrellas extranjeras y los internacionales franceses son los felices privilegiados del nuevo sistema (7).
(1) Los ejes de mi carreta (de Atahualpa Yupanqui), Por Facundo Cabral, cantautor argentino. (2) L’Équipe, París, 26 de octubre del 2009. (3) Xavier Lacarce, Hacia el hiperrugby. El triunfo del deporte unidimensional. 2009. (4) Jean-Pierre Dorian y Thierry Magnol, El dinero secreto del rugby. 2003. (5) Hacia el hiperrugby, Ya citado. (6) Xavier Audebert, Los Odiosos del estadio. Investigación sobre los niños terribles del rugby. 2007. (7) A partir de un artículo de L’Équipe, París, 3 de noviembre del 2009. . Basado en un artículo de David Garcia, Le Monde diplomatique, marzo del 2010.En la foto: El George Hotel en Huddersfield, Inglaterra, lugar de fundación de la Northern Rugby Football Union en 1895.
Muy interesante.